"Dolores ha vuelto..."
Me visita Dolores
Hace cosa como de tres días se me presentó en casa Dolores.
Hacía algún tiempo que no se aparecía a hacerme una visita así inesperada, sin ningún atisbo de aviso; aunque a decir verdad, ella salvo excepciones, no suele comunicarme su llegada habitualmente. Recuerdo que en alguna de esas manifestaciones esporádicas, con las que me suele sorprender e incluso algunas impresionar, lo hacía con la finalidad de que no llegara a olvidarme de ella por completo, y que siempre quedara en mí algo de las singulares huellas que me había dejado en otras ocasiones y es más, para permanecer en mi memoria lo suficiente hasta la próxima cita conmigo.
Como todas las veces que Dolores llega a mi hogar, en poco tiempo, se apodera de él y sin apenas darme cuenta, ya maneja todo a su puro antojo.
Se pasa las noches en vela, charlando sin parar. Me cuenta todas sus aventuras nuevas, todos sus logros y triunfos; y por supuesto, no deja de parlotear y alardear de a todos aquellos que ha derrotado con su poderío, energía, fuerza y vigor.
Se deleita relatando, con altísimo número de detalles, especificaciones y aclaraciones lo experimentada que era en la “técnica” (así lo llama ella) de llegar a provocar todo tipo de contratiempos, adversidades, penalidades, percances,… En definitiva, desgracias en su antagonista.
Durante el día, no da tregua y su descripción se acrecienta: unas veces, incrementando el sinfín de incidentes a los que somete a su contrincante y otras veces, saboreando todo y cada una de las situaciones narradas la pasada noche.
Le encanta repetir una y otra vez, las consecuencias que ha ido provocando en su “presa” a modo de triunfo o soliloquio:
“Me encuentro mal, no salgo de esta. Creo estar mejor y... tengo un disgustillo de nada y mi corazón parece que se va a salir de mi pecho y me cuesta respirar, y las lágrimas se derraman por mi rostro como tontas gotitas sin sentido”.
Consigue apenarme. Me reduce mis horas de sueño y si consigo hacerlo, nunca es un sueño reparador porque ella está ahí; Dolores consigue despertarme continuamente y siento como va agotando mis fuerzas poco a poco, minuto a minuto, me devora mis esperanzas y me convierte en un ser vegetativo, invalidante y percibo como las pocas armas que poseo contra ella se agotan, porque las anula por completo y noto como caigo en un abismo, incapaz de salir del mismo, aplastada por su fuerza y su despiadada tiranía.
Pero, cuando sé que no puedo caer más abajo, cuando creo haber tocado fondo, cuando sé que no puede lastimarme más de lo que lo ha hecho, cuando tiemblo de miedo por cuándo, cómo y de qué forma va a embestirme de nuevo,… entonces soy consciente que ya ha llegado al tope de su violencia y su agresividad. Sé entonces, que ha llegado a mi alma y sabe que ésta es intocable, sabe que hay muchas otras almas protegiéndola, que no puede menoscabar más mi voluntad porque no consigue exterminar mi luz interior, arrasar y asesinar a mi Yo. Y es entonces, cuando después de llegar a batallar hasta la extenuación, la depauperación por una milésima de instante, se apodera de Dolores y entonces se escabulle sigilosamente, dejando tras de sí toda su paupérrima y miserable existencia, como una babosa que deja su huella pegajosa y húmeda, y va en busca de otro huésped del que poder alimentarse.
Entonces sé que la batalla la ganaré yo, aunque mi cuerpo se quede lleno de sufrimiento, se deslice y vaya acarreando su propio dolor y amargura.
Siente en su interior que sigo siendo Yo, que jamás me poseerá a pesar de todo.
Jamás tendrá mi ser, sólo mi cuerpo y eso, me hará ser más vigorosa y valiente ante mi okupa y ante cualquier okupa que se proponga invadir mi vida porque me amo, y me amaré siempre.
Sigo siendo la protagonista de mi vida y ella, tan solo es una "okupa" más, nada más.
¡Hasta pronto, cómplice!
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