"Mis cuatro maravillosos y encantadores inquilinos"
"Mi encantadora Chikita"
Me he dado cuenta que no te he hablado que comparto casa con cuatro que yo les llamo "inquilinos" por la manera que aparecieron y se comportan en la vivienda, pero también los califico de maravillosos y encantadores, porque lo son, hacen que la vida en el hogar sea mucho más divertida, más amena, la felicidad sea mayor, el revuelo de juegos provoque un mayor escándalo también, más sucia y desordenada, ya que, jamás los he visto recoger sus juguetes (salvo a uno de ellos) o sus cosas, ni ordenarlas ni preocuparse porque la casa esté arreglada, limpia y huela en las mejores condiciones posibles, ya que, esto del aseo personal, lo tienen muy asimilado, aunque las consecuencias no sean las mismas que las nuestras, pero en cuanto el baño, les cuesta bastante entrar a darse uno bueno, si no es porque yo les ayudo.
En realidad, parecen "marajás" a los que hay que hacerles todo: lavarlos, prepararles la comida, colocárselas de forma que puedan comerlas, que exista variedad, salir al paseo y al huerto a tomar el sol, a comer hierbas que les sirven para limpiarse interiormente, hacen también sus necesidades fisiológicas y nunca los he visto lavándose, ni limpiándose, salvo cuando yo se los hago,... Al menos tres de ellos, no son capaces de limpiarse antes de entrar en casa y te la dejan hecha una mapa de patas de diferentes tamaños. Además, como van haciéndose mayores, les vienen los achaques y hay que servirles de enfermera, suministrándoles la medicación que precisan a cada una de ellos y a la hora convenida, además de una alimentación especial que comienzan a necesitar.
Supongo que ya habrás adivinado que estos compañeros de casa son mis maravillosas y encantadoras mascotas, a las que quiero con toda mi alma y adoro, a pesar que en momentos, me pueden sacar de mis casillas.
Te las presento por orden de llegada. La primera es una caniche o como me la presentaron en México una "Poodle toy", hembra, de apenas dos meses, que parecía más bien una bolita de ovillo lana de oveja blanquita y de un tamaño un poquito más grande que mi mano, la cual llevaba a todos lados en un bolso que me compré para la ocasión.
¿Qué por qué en México? Pues porque estaba allí de vacaciones y ¿por qué una "Poodle toy" y no un Chiguagua que hoy en día se ven como "agua" por todos lados? Pues verás, muy sencillo de explicar.
La bolita blanca como la nieve era realmente preciosa comparada con los otros cachorros y me quedé prendada de ella. Con el tiempo, fue demostrando su temperamento y su carácter de "Reina de la casa" que continúa manteniendo a pesar de su edad y a pesar de mi misma, pues yo vengo a ser como la "Reina consorte" porque me desafía cuando le llamo la atención por algo y el último gruñido o el último "guau", evidentemente lo dice ella. Ya tiene 13 años, ya entró en la tercera edad y precisa de cuidados especiales porque a pesar de la fortaleza de su naturaleza, padece del corazón y tiene el hígado mal, pero con la ayuda de la medicación y de su compañera-enfermera humana, es decir, yo, hemos conseguido que su hepatitis desapareciera y que mejorara notablemente. Así, que confío en tener a la Reina para muchos años más, aunque ahora precise de más cuidados, más descanso, de una comida especial y de todo el cariño que yo le pueda dar o más bien, de los mimos que necesita.
Ahora que escribo sobre ella, se me llenan los ojos de lágrimas y me pregunto, qué será de mi sin ella. Aunque es muy independiente y "ella se gobierna sola", siempre recurre a mi para que la ayude, para que la lave cuando algo le molesta, cuando tiene frío o para que la siga cogiendo en brazos como a una niña para quedarse dormida en mi regazo.
Mis mascotas tienen algo en común: ninguno destaca por ser un animal de una belleza para un campeonato, ni poseen la elegancia y el estilo de esos canes,... ¡vamos que no son de exposición! Y aunque Chikita es la única con pedigree es tremendamente peculiar.
Te cuento: su ojo izquierdo es albino, sí, sí, como lo lees. El otro lo tiene remarcado alrededor como si estuviese pintado con un lápiz de ojos marrón oscuro, casi negro; pero el izquierdo carece de toda pigmentación y es rosita. Esta peculiaridad, le ha supuesto más de un rechazo por parte de personas que piensan que es un animal fiero por su semblante al tener ese contraste en sus ojos. Pero aún hay más en Chikita, su mandíbula inferior destaca ligeramente sobre la superior lo que la hace parecer muy simpática con esos dientes inferiores montados sobre los incisivos superiores (o mejor dicho sobre los que le quedan ya). A todo esto le sigue la patita izquierda trasera que en uno de esos saltos grandiosos que solía hacer y que la hacían parecer una "cabra montesa" más que un caniche, se le salió el hueso de la cadera y hubo que colocárselo de nuevo, pero, de vez en cuando, cuando la ves correr, pareciera que le da como una especie de pequeño brinquito sobre esa pata para colocársela bien del todo y luego sigue como si no pasara nada de nada.
La última curiosidad de Chikita es realmente graciosa. Yo siempre le decía: ¿a quién ladras Chikita, a la luna? Porque tenía y tiene una forma muy simpática de ladrar: siempre ladra hacia arriba y nunca lo hace en sentido horizontal o hacia abajo, hasta que me enteré por mi querida veterinaria, que estas razas pequeñas se les suele reducir la tráquea y para poder ladrar han de hacerlo hacia arriba porque en caso contrario, se les cerraría y se les produciría un desmayo al no poder pasarle el aire. Y todo eso lo descubrí porque comenzó a toser y cada vez, con mayor frecuencia. La solución: una toma de pastillas y ahora un jarabe que sólo le doy cuando la tos es insoportable, especialmente para ella.
Lo que es realmente asombroso, es la fuerza, la elasticidad y la capacidad de recuperación que poseen estos animales.
Me queda algo muy importante, yo diría trascendental en la vida de Chikita. Con tres años, se acercó a nuestra casa un perrillo blanco y negro, muy simpático, alegre y que creíamos perdido y le dimos agua y comida. Y allí estuvo jugando con Chikita y con Minnino (un gato - sí, ya lo explicaré -) como si formara parte de la familia. Preguntamos si alguien lo conocía, pero de pronto, por la tarde desapareció.
Esa noche yo no podía dormir, así que me puse a pasar al ordenador algunos trabajos para el colegio que debía presentar, hasta que de pronto, oí a Chikita gritar de una forma que no la había oído hasta ese momento. Me puse algo sobre los hombros para protegerme de la humedad, cogí una linterna y salí a ver si la veía y cuál fue mi sorpresa cuando el zalamero de la tarde que había desaparecido, estaba encima de ella, ya puedes imaginar cómo. Me quedé cortada, incluso les dije: ¡perdonen! y entré en casa. Al día siguiente, volvió de nuevo y hubo otra monta y luego, Chikita no quiso más por mucho que él y otros rezagados pretendieron lo mismo.
En los tres años de vida, nunca se me había pasado el celo de Chikita, pero esta última vez, me engañó y pasó, lo que tenía que pasar, se quedó preñada.
Para asegurarnos de ello y para saber algo más de su evolución, el tiempo de gestación y el número de crías que podía traer a este mundo, fuimos a su clínica veterinaria, que nos informaron de todo lo necesario. La gestación sería aproximadamente de tres meses y el número de cachorrillos que podría llegar a tener, teniendo en cuenta su tamaño y su peso (entre unos ocho o nueve kilos más o menos), sería como máximo de cuatro.
Como su embarazo coincidía con las fiestas navideñas y éstas las solíamos pasar con la familia, nos llevamos a Chikita y a Minnino (un gatito negro como el azabache que asombrosamente, había hecho buenas migas con Chikita) a la isla donde residía la familia. Allí, aproveché para llevar nuevamente a Chikita al veterinario que la había tratado hasta que fui destinada por trabajo a la otra isla, para que la viera y me certificara lo mismo que el otro veterinario. Y así, fue: gestación de tres meses aproximados y número de cachorros después de palpación y teniendo en cuenta sus características, de unos cuatro cachorros.
Pasó un embarazo tranquilo, muy dormilona con pocas ganas de juego y con muchas ganas que la cogiera y la tuviera en mis brazos. Otra noche como la de hacía casi tres meses (faltaban dos semanas para el final de su gestación) yo estaba trabajando en el ordenador cuando apareció y me insistió en que le abriera el armario. Así lo hice y viendo la intención de meterse en la parte de abajo del mismo, decidí vaciarlo de unas cajas que tenía y llenarlo de hojas de periódicos. Ella esperó pacientemente mientras yo preparaba todo y cuando terminé, entró y se colocó en una esquina, al final, pegada a la pared del armario. Al poco rato, comenzó a parir, yo no podía creérmelo, aún le faltaban dos semanas. Era demasiado pronto, pero era evidente que su naturaleza sabía lo que tenía que hacer. Para mi era la primera vez que veía en directo un nacimiento y fue algo realmente hermoso, fascinante y muy, muy emocionante. Mi Chiki iba a ser mamá y quería que yo estuviera con ella, a su lado.
El primer cachorro apareció y ella con suma delicadeza, cuidado y amor, fue limpiándolo de todo lo que traía consigo de restos de la bolsa y la sangre, y como ella, era completamente blanco. A este primero, le siguieron, como nos habían dicho los veterinarios, otros tres más, también completamente blancos, preciosos, hermosos, vivos y mientras yo no dejaba de llorar emocionada, mientras intentaba sacarle alguna foto. Entonces después de esos cuatro hermosos cachorrillos, paró exhausta; pero, no había acabado, a los pocos minutos, volvieron las contracciones y otro cachorrillo salió de su tripita. Esta vez, era blanco y negro, como su padre y a éste, le siguieron otros tres más, sí, sí, tres más que hubo incluso que ayudarla a romperle la bolsa en los dos últimos porque ella ya no podía más. Mi Chikita fue toda una madraza con ocho cachorros sanos y preciosos: cuatro blancos como ella y otros cuatro blancos y negros como su padre. ¡Asombroso y maravilloso! ¡Qué equivocados estaban los veterinarios! La fortaleza de mi pequeña era extraordinaria y nos dio todo un ejemplo de vida.
Los cachorritos estuvieron mamando durante dos meses y en ese habitáculo que ella había escogido, permitió que Minnino entrara a verlos, pero no a tocarlos y que Rofe que había llegado hacía tres meses antes (un pastor belga, que representa la nobleza y la fidelidad, del que hablaré más adelante), también entrara y que incluso durmiera con los cachorrillos. Creo que era el cansancio el que hacía que ella, con el carácter que tenía y sigue teniendo, el que hizo que estos encuentros tan extraordinarios pasaran. De cualquier forma, le estaré siempre agradecida por la fantástica y fascinante experiencia que me dio la oportunidad de vivirla con ella, mi linda Chikita.
Los cachorros los regalamos a la gente del pueblo que estaban deseosos de tener uno, salvo uno de ellos. Uno blanco y negro, el único macho de los de esa gama de color, mi encantador Popy. El pequeño de la familia canina. Sólo te adelantaré, mi querido cómplice, que es ¡adorable!
Al poco tiempo, nos vinimos a mi isla. Yo ya no trabajaba porque mi situación física se me complicó considerablemente y temía que me pasara algo y no estar cerca de mi familia. Así, que armamos el petate y nos vinimos aquí: Chikita, Rofe, Popy y Minnino y por supuesto, mi pareja y yo.
Seguimos viviendo en el campo, distinto, más verde, más húmedo, con más olores, con más animales, con hermosos sonidos que te despiertan con los primeros rayos del sol o con otros cuando la noche deja caer su manto de estrellas.
Chikita como dije al principio de la entrada ya tiene 13 años y mientras escribo, está acostada a mi lado con sus juguetes intactos (la única que los mantiene enteros y sin ninguna tara), con la mitad de sus dientes, con sus ojitos delatores de su vejez, al igual que el olor que desprende su boca fruto de su hígado dañado, con su tos, tan fuerte que pareciera que sus pulmones fueran a salirse en una de esos espasmos y cerquita de mi para que yo la acaricie o si le parece que la coja un ratito y le haga los mimos que necesita.
¡La quiero tanto, cómplice! Me aterra que se me vaya, pero también sé que tiene una constitución y una naturaleza envidiable y que por supuesto, cuenta con los mejores cuidados que pueda tener, los míos y el cariño de su hijo Popy y el de su hermano Rofe, que siguen permitiéndole ser la Reina de la Manada, a pesar de todo.
Además, cuenta con el cariño y admiración de su primita Linda (una perrita encantadora y cautivadora) y por supuesto, del amor de su tía, mi hermana que es la que la lleva al veterinario siempre que sea necesario, porque para mi es imposible ,y que la llena de mimos y carantoñas cuantas veces viene a casa.
Hoy vuelvo a retomar esta narración sobre mis compañeros de vida, en concreto. sobre Chikita. Hace meses lo dejé aparcado porque ella me necesitaba más que el que yo escribiera sobre ella, además mi estado de salud tampoco me acompañaba a ello.
Mi viejita ha cumplido ayer 14 años y desde que comencé a escribir este artículo, ha empeorado considerablemente. Padece de una cardiopatía de la que se está tratando con un vaso dilatador, que a la vez, le permite que le llegue más oxígeno a sus pulmones que también están muy delicados y para los que no existe ningún tipo de tratamiento, salvo un jarabe que le doy cuando los cuadros de tos le resultan insufribles de llevar y con ello, evitar el vómito. A todo ello, hay que añadir sus problemas estomacales, las continuas infecciones de oídos y de sus ojos, que agravan notablemente su organismo y por tanto, su calidad de vida.
Todos los días he de dedicarme a ella en exclusivo para que no le falte la medicación y las curas y las limpiezas necesarias para que ella se sienta mucho mejor, más a gusto y por supuesto, para que siga a mi lado, puesto que la medicación del corazón y la pulmonar está indicada hasta el final de sus días.
Ahora me toca decir cómo lo estoy pasando yo. Cada día sufro más y más viendo cómo se va apagando y yo no puedo hacer nada más que darle su medicación, atenderla en todo lo que está en mi mano, darle mucho cariño y todo lo mejor para ella, en su alimentación y con ello, evitar que le produzca un daño mayor.
Limpio sus vómitos, sus diarreas cuando es incapaz de controlar sus esfínteres y me mira con una mirada perdida como si preguntara "¿qué me está pasando, dime?" Y yo sólo puedo cogerla, abrazarla y tenerla en mis brazos hasta que estos no aguantan más el dolor.
Veo como mi grandullón, mi pastor belga, Rofe, camina tambaleándose, como si estuviera bebido y como se deja caer, en lugar de sentarse y para acabar con un ronco quejido, amargo y profundo, que denota su artrosis avanzada, muy avanzada en todos y cada uno de su enorme osamenta de más de 35 kilos.
Me paso el día con miedo y con una enorme tristeza viéndolos a los dos así; sabiendo que al grande si se rompe algún hueso será su final y a la vez, jugando a tirar a la pelota una y otra vez, al más pequeño de mis tres perros que a pesar de tener tres meses menos que Rofe, mantiene totalmente entera su entusiasmo y su vitalidad, muchas veces, condenable por los otros dos, que cansados, doloridos, avejentados parecen decir:
- ¡Estáte ya quieto! ¡Menuda vitalidad! ¿No te das cuenta que nos molestas? -
Los amo profundamente y la desolación y la impotencia que me supone ver como se les escapa la vida, especialmente a Chikita, me hace sentir tremendamente frustrada y dolorida que, hay días, que me escondo en el baño para hincharme a llorar y que ellos no me vean triste y no noten mi angustia.
Sé que están empezando, que puede que me queden muchos años así o peor, pero tengo mucho, mucho miedo de no poder atenderlos y cuidarlos como ellos se merecen y como yo quiero y deseo hacerlo. Espero que Dios me ayude para que me de las fuerzas necesarias para poder cuidarlos hasta su marcha.
Hay algo que permanece inalterable a pesar de todo, Chikita sigue siendo, aún faltándole dientes, aún no teniendo fuerzas, aún perdiendo la audición y su vista, permanece siendo la Reina de la Manada.
Es admirable cómo estos animales respetan y asumen su papel en la manada, sin importar el tamaño, su fuerza, su sexo o cualquier otra cualidad, habilidad o aptitud. Chikita es la primera que come y por orden le sigue Rofe y en último lugar, le toca a Popy, que con esa enorme paciencia y deferencia, espera a que los dos comiencen a comer para acercarse a su comida, aunque yo haya insistido o intentado darle de comer en primer lugar.
La jerarquía es para ellos, algo tan natural, tan habitual que para nada se sienten maltratados por ello o desmejorados o inferiores, no, no existe nada de esto en este maravilloso reino animal perruno, al menos en el mío. Sé por otras personas que sus perros establecen sus camas, sus juguetes, sus comederos y no permiten que los otros puedan hacer uso de ellos, pero en mi caso, esto no tiene lugar. Aquí, como dice mi hermana:
- ¡Al cachondeo! ¡Al libre albedrío! ¡Todo es de todos! - Cuando se acuestan uno en la cama del otro, o comen del mismo comedero o bien, los juguetes son de todos, ¡salvo!... "La pelota". "La pelota" es de Popy, en exclusividad y los otros lo respetan así, aunque Rofe le gusta mortificarlo de vez en cuando, acostándose donde Popy ha dejado "La pelota", como diciendo "Esta cama está ocupada" y se acuesta en la otra; así, realmente también, provoca a Rofe. Yo creo que es una especie de juego a "Tu me molestas, pues yo te molesto". Y al final, viene a mi, con ese sonido de "puro ladrido-mimo" como diciéndome:
-¡Mira Rofe tiene mi pelota y no me deja cogerla, ayúdame, por fa! - Y la consigue y todos contentos.
Estos dos se han colado en este escrito. Ellos van a tener su capítulo aparte, pero como han notado que me ponía muy melancólica y tristona, han entrado estos dos "machos" para revolverme todo, como siempre. En fin, ¡benditos sean!
Ya acabo y Chikita sigue aquí, a mi lado: esperando una caricia de vez en cuando, levantándole la cabecita cuando comienza a toser y se coloca hacia abajo, cuando hacia arriba le entra el aire y respira mejor y la tos desaparece y para hacerle todas las carantoñas que me apetezca darle sin que los otros dos, no se percaten.
Ahora, Chikita también es parte de todos los que os gustan los animales, en especial, los perros; aunque no creo que ella se dejara tocar sin daros un par de ladridos antes, no es por otra cosa que por miedo, pero que ella no lo sepa.
¡Hasta el próximo capítulo de "Mis Compañeros de Vida", cómplice!
Te las presento por orden de llegada. La primera es una caniche o como me la presentaron en México una "Poodle toy", hembra, de apenas dos meses, que parecía más bien una bolita de ovillo lana de oveja blanquita y de un tamaño un poquito más grande que mi mano, la cual llevaba a todos lados en un bolso que me compré para la ocasión.
¿Qué por qué en México? Pues porque estaba allí de vacaciones y ¿por qué una "Poodle toy" y no un Chiguagua que hoy en día se ven como "agua" por todos lados? Pues verás, muy sencillo de explicar.
La bolita blanca como la nieve era realmente preciosa comparada con los otros cachorros y me quedé prendada de ella. Con el tiempo, fue demostrando su temperamento y su carácter de "Reina de la casa" que continúa manteniendo a pesar de su edad y a pesar de mi misma, pues yo vengo a ser como la "Reina consorte" porque me desafía cuando le llamo la atención por algo y el último gruñido o el último "guau", evidentemente lo dice ella. Ya tiene 13 años, ya entró en la tercera edad y precisa de cuidados especiales porque a pesar de la fortaleza de su naturaleza, padece del corazón y tiene el hígado mal, pero con la ayuda de la medicación y de su compañera-enfermera humana, es decir, yo, hemos conseguido que su hepatitis desapareciera y que mejorara notablemente. Así, que confío en tener a la Reina para muchos años más, aunque ahora precise de más cuidados, más descanso, de una comida especial y de todo el cariño que yo le pueda dar o más bien, de los mimos que necesita.
Ahora que escribo sobre ella, se me llenan los ojos de lágrimas y me pregunto, qué será de mi sin ella. Aunque es muy independiente y "ella se gobierna sola", siempre recurre a mi para que la ayude, para que la lave cuando algo le molesta, cuando tiene frío o para que la siga cogiendo en brazos como a una niña para quedarse dormida en mi regazo.
Mis mascotas tienen algo en común: ninguno destaca por ser un animal de una belleza para un campeonato, ni poseen la elegancia y el estilo de esos canes,... ¡vamos que no son de exposición! Y aunque Chikita es la única con pedigree es tremendamente peculiar.
Te cuento: su ojo izquierdo es albino, sí, sí, como lo lees. El otro lo tiene remarcado alrededor como si estuviese pintado con un lápiz de ojos marrón oscuro, casi negro; pero el izquierdo carece de toda pigmentación y es rosita. Esta peculiaridad, le ha supuesto más de un rechazo por parte de personas que piensan que es un animal fiero por su semblante al tener ese contraste en sus ojos. Pero aún hay más en Chikita, su mandíbula inferior destaca ligeramente sobre la superior lo que la hace parecer muy simpática con esos dientes inferiores montados sobre los incisivos superiores (o mejor dicho sobre los que le quedan ya). A todo esto le sigue la patita izquierda trasera que en uno de esos saltos grandiosos que solía hacer y que la hacían parecer una "cabra montesa" más que un caniche, se le salió el hueso de la cadera y hubo que colocárselo de nuevo, pero, de vez en cuando, cuando la ves correr, pareciera que le da como una especie de pequeño brinquito sobre esa pata para colocársela bien del todo y luego sigue como si no pasara nada de nada.
La última curiosidad de Chikita es realmente graciosa. Yo siempre le decía: ¿a quién ladras Chikita, a la luna? Porque tenía y tiene una forma muy simpática de ladrar: siempre ladra hacia arriba y nunca lo hace en sentido horizontal o hacia abajo, hasta que me enteré por mi querida veterinaria, que estas razas pequeñas se les suele reducir la tráquea y para poder ladrar han de hacerlo hacia arriba porque en caso contrario, se les cerraría y se les produciría un desmayo al no poder pasarle el aire. Y todo eso lo descubrí porque comenzó a toser y cada vez, con mayor frecuencia. La solución: una toma de pastillas y ahora un jarabe que sólo le doy cuando la tos es insoportable, especialmente para ella.
Lo que es realmente asombroso, es la fuerza, la elasticidad y la capacidad de recuperación que poseen estos animales.
Me queda algo muy importante, yo diría trascendental en la vida de Chikita. Con tres años, se acercó a nuestra casa un perrillo blanco y negro, muy simpático, alegre y que creíamos perdido y le dimos agua y comida. Y allí estuvo jugando con Chikita y con Minnino (un gato - sí, ya lo explicaré -) como si formara parte de la familia. Preguntamos si alguien lo conocía, pero de pronto, por la tarde desapareció.
Esa noche yo no podía dormir, así que me puse a pasar al ordenador algunos trabajos para el colegio que debía presentar, hasta que de pronto, oí a Chikita gritar de una forma que no la había oído hasta ese momento. Me puse algo sobre los hombros para protegerme de la humedad, cogí una linterna y salí a ver si la veía y cuál fue mi sorpresa cuando el zalamero de la tarde que había desaparecido, estaba encima de ella, ya puedes imaginar cómo. Me quedé cortada, incluso les dije: ¡perdonen! y entré en casa. Al día siguiente, volvió de nuevo y hubo otra monta y luego, Chikita no quiso más por mucho que él y otros rezagados pretendieron lo mismo.
En los tres años de vida, nunca se me había pasado el celo de Chikita, pero esta última vez, me engañó y pasó, lo que tenía que pasar, se quedó preñada.
Para asegurarnos de ello y para saber algo más de su evolución, el tiempo de gestación y el número de crías que podía traer a este mundo, fuimos a su clínica veterinaria, que nos informaron de todo lo necesario. La gestación sería aproximadamente de tres meses y el número de cachorrillos que podría llegar a tener, teniendo en cuenta su tamaño y su peso (entre unos ocho o nueve kilos más o menos), sería como máximo de cuatro.
Como su embarazo coincidía con las fiestas navideñas y éstas las solíamos pasar con la familia, nos llevamos a Chikita y a Minnino (un gatito negro como el azabache que asombrosamente, había hecho buenas migas con Chikita) a la isla donde residía la familia. Allí, aproveché para llevar nuevamente a Chikita al veterinario que la había tratado hasta que fui destinada por trabajo a la otra isla, para que la viera y me certificara lo mismo que el otro veterinario. Y así, fue: gestación de tres meses aproximados y número de cachorros después de palpación y teniendo en cuenta sus características, de unos cuatro cachorros.
Pasó un embarazo tranquilo, muy dormilona con pocas ganas de juego y con muchas ganas que la cogiera y la tuviera en mis brazos. Otra noche como la de hacía casi tres meses (faltaban dos semanas para el final de su gestación) yo estaba trabajando en el ordenador cuando apareció y me insistió en que le abriera el armario. Así lo hice y viendo la intención de meterse en la parte de abajo del mismo, decidí vaciarlo de unas cajas que tenía y llenarlo de hojas de periódicos. Ella esperó pacientemente mientras yo preparaba todo y cuando terminé, entró y se colocó en una esquina, al final, pegada a la pared del armario. Al poco rato, comenzó a parir, yo no podía creérmelo, aún le faltaban dos semanas. Era demasiado pronto, pero era evidente que su naturaleza sabía lo que tenía que hacer. Para mi era la primera vez que veía en directo un nacimiento y fue algo realmente hermoso, fascinante y muy, muy emocionante. Mi Chiki iba a ser mamá y quería que yo estuviera con ella, a su lado.
El primer cachorro apareció y ella con suma delicadeza, cuidado y amor, fue limpiándolo de todo lo que traía consigo de restos de la bolsa y la sangre, y como ella, era completamente blanco. A este primero, le siguieron, como nos habían dicho los veterinarios, otros tres más, también completamente blancos, preciosos, hermosos, vivos y mientras yo no dejaba de llorar emocionada, mientras intentaba sacarle alguna foto. Entonces después de esos cuatro hermosos cachorrillos, paró exhausta; pero, no había acabado, a los pocos minutos, volvieron las contracciones y otro cachorrillo salió de su tripita. Esta vez, era blanco y negro, como su padre y a éste, le siguieron otros tres más, sí, sí, tres más que hubo incluso que ayudarla a romperle la bolsa en los dos últimos porque ella ya no podía más. Mi Chikita fue toda una madraza con ocho cachorros sanos y preciosos: cuatro blancos como ella y otros cuatro blancos y negros como su padre. ¡Asombroso y maravilloso! ¡Qué equivocados estaban los veterinarios! La fortaleza de mi pequeña era extraordinaria y nos dio todo un ejemplo de vida.
Los cachorritos estuvieron mamando durante dos meses y en ese habitáculo que ella había escogido, permitió que Minnino entrara a verlos, pero no a tocarlos y que Rofe que había llegado hacía tres meses antes (un pastor belga, que representa la nobleza y la fidelidad, del que hablaré más adelante), también entrara y que incluso durmiera con los cachorrillos. Creo que era el cansancio el que hacía que ella, con el carácter que tenía y sigue teniendo, el que hizo que estos encuentros tan extraordinarios pasaran. De cualquier forma, le estaré siempre agradecida por la fantástica y fascinante experiencia que me dio la oportunidad de vivirla con ella, mi linda Chikita.
Los cachorros los regalamos a la gente del pueblo que estaban deseosos de tener uno, salvo uno de ellos. Uno blanco y negro, el único macho de los de esa gama de color, mi encantador Popy. El pequeño de la familia canina. Sólo te adelantaré, mi querido cómplice, que es ¡adorable!
Al poco tiempo, nos vinimos a mi isla. Yo ya no trabajaba porque mi situación física se me complicó considerablemente y temía que me pasara algo y no estar cerca de mi familia. Así, que armamos el petate y nos vinimos aquí: Chikita, Rofe, Popy y Minnino y por supuesto, mi pareja y yo.
Seguimos viviendo en el campo, distinto, más verde, más húmedo, con más olores, con más animales, con hermosos sonidos que te despiertan con los primeros rayos del sol o con otros cuando la noche deja caer su manto de estrellas.
Chikita como dije al principio de la entrada ya tiene 13 años y mientras escribo, está acostada a mi lado con sus juguetes intactos (la única que los mantiene enteros y sin ninguna tara), con la mitad de sus dientes, con sus ojitos delatores de su vejez, al igual que el olor que desprende su boca fruto de su hígado dañado, con su tos, tan fuerte que pareciera que sus pulmones fueran a salirse en una de esos espasmos y cerquita de mi para que yo la acaricie o si le parece que la coja un ratito y le haga los mimos que necesita.
¡La quiero tanto, cómplice! Me aterra que se me vaya, pero también sé que tiene una constitución y una naturaleza envidiable y que por supuesto, cuenta con los mejores cuidados que pueda tener, los míos y el cariño de su hijo Popy y el de su hermano Rofe, que siguen permitiéndole ser la Reina de la Manada, a pesar de todo.
Además, cuenta con el cariño y admiración de su primita Linda (una perrita encantadora y cautivadora) y por supuesto, del amor de su tía, mi hermana que es la que la lleva al veterinario siempre que sea necesario, porque para mi es imposible ,y que la llena de mimos y carantoñas cuantas veces viene a casa.
Hoy vuelvo a retomar esta narración sobre mis compañeros de vida, en concreto. sobre Chikita. Hace meses lo dejé aparcado porque ella me necesitaba más que el que yo escribiera sobre ella, además mi estado de salud tampoco me acompañaba a ello.
Mi viejita ha cumplido ayer 14 años y desde que comencé a escribir este artículo, ha empeorado considerablemente. Padece de una cardiopatía de la que se está tratando con un vaso dilatador, que a la vez, le permite que le llegue más oxígeno a sus pulmones que también están muy delicados y para los que no existe ningún tipo de tratamiento, salvo un jarabe que le doy cuando los cuadros de tos le resultan insufribles de llevar y con ello, evitar el vómito. A todo ello, hay que añadir sus problemas estomacales, las continuas infecciones de oídos y de sus ojos, que agravan notablemente su organismo y por tanto, su calidad de vida.
Todos los días he de dedicarme a ella en exclusivo para que no le falte la medicación y las curas y las limpiezas necesarias para que ella se sienta mucho mejor, más a gusto y por supuesto, para que siga a mi lado, puesto que la medicación del corazón y la pulmonar está indicada hasta el final de sus días.
Ahora me toca decir cómo lo estoy pasando yo. Cada día sufro más y más viendo cómo se va apagando y yo no puedo hacer nada más que darle su medicación, atenderla en todo lo que está en mi mano, darle mucho cariño y todo lo mejor para ella, en su alimentación y con ello, evitar que le produzca un daño mayor.
Limpio sus vómitos, sus diarreas cuando es incapaz de controlar sus esfínteres y me mira con una mirada perdida como si preguntara "¿qué me está pasando, dime?" Y yo sólo puedo cogerla, abrazarla y tenerla en mis brazos hasta que estos no aguantan más el dolor.
Veo como mi grandullón, mi pastor belga, Rofe, camina tambaleándose, como si estuviera bebido y como se deja caer, en lugar de sentarse y para acabar con un ronco quejido, amargo y profundo, que denota su artrosis avanzada, muy avanzada en todos y cada uno de su enorme osamenta de más de 35 kilos.
Me paso el día con miedo y con una enorme tristeza viéndolos a los dos así; sabiendo que al grande si se rompe algún hueso será su final y a la vez, jugando a tirar a la pelota una y otra vez, al más pequeño de mis tres perros que a pesar de tener tres meses menos que Rofe, mantiene totalmente entera su entusiasmo y su vitalidad, muchas veces, condenable por los otros dos, que cansados, doloridos, avejentados parecen decir:
- ¡Estáte ya quieto! ¡Menuda vitalidad! ¿No te das cuenta que nos molestas? -
Los amo profundamente y la desolación y la impotencia que me supone ver como se les escapa la vida, especialmente a Chikita, me hace sentir tremendamente frustrada y dolorida que, hay días, que me escondo en el baño para hincharme a llorar y que ellos no me vean triste y no noten mi angustia.
Sé que están empezando, que puede que me queden muchos años así o peor, pero tengo mucho, mucho miedo de no poder atenderlos y cuidarlos como ellos se merecen y como yo quiero y deseo hacerlo. Espero que Dios me ayude para que me de las fuerzas necesarias para poder cuidarlos hasta su marcha.
Hay algo que permanece inalterable a pesar de todo, Chikita sigue siendo, aún faltándole dientes, aún no teniendo fuerzas, aún perdiendo la audición y su vista, permanece siendo la Reina de la Manada.
Es admirable cómo estos animales respetan y asumen su papel en la manada, sin importar el tamaño, su fuerza, su sexo o cualquier otra cualidad, habilidad o aptitud. Chikita es la primera que come y por orden le sigue Rofe y en último lugar, le toca a Popy, que con esa enorme paciencia y deferencia, espera a que los dos comiencen a comer para acercarse a su comida, aunque yo haya insistido o intentado darle de comer en primer lugar.
La jerarquía es para ellos, algo tan natural, tan habitual que para nada se sienten maltratados por ello o desmejorados o inferiores, no, no existe nada de esto en este maravilloso reino animal perruno, al menos en el mío. Sé por otras personas que sus perros establecen sus camas, sus juguetes, sus comederos y no permiten que los otros puedan hacer uso de ellos, pero en mi caso, esto no tiene lugar. Aquí, como dice mi hermana:
- ¡Al cachondeo! ¡Al libre albedrío! ¡Todo es de todos! - Cuando se acuestan uno en la cama del otro, o comen del mismo comedero o bien, los juguetes son de todos, ¡salvo!... "La pelota". "La pelota" es de Popy, en exclusividad y los otros lo respetan así, aunque Rofe le gusta mortificarlo de vez en cuando, acostándose donde Popy ha dejado "La pelota", como diciendo "Esta cama está ocupada" y se acuesta en la otra; así, realmente también, provoca a Rofe. Yo creo que es una especie de juego a "Tu me molestas, pues yo te molesto". Y al final, viene a mi, con ese sonido de "puro ladrido-mimo" como diciéndome:
-¡Mira Rofe tiene mi pelota y no me deja cogerla, ayúdame, por fa! - Y la consigue y todos contentos.
Estos dos se han colado en este escrito. Ellos van a tener su capítulo aparte, pero como han notado que me ponía muy melancólica y tristona, han entrado estos dos "machos" para revolverme todo, como siempre. En fin, ¡benditos sean!
Ya acabo y Chikita sigue aquí, a mi lado: esperando una caricia de vez en cuando, levantándole la cabecita cuando comienza a toser y se coloca hacia abajo, cuando hacia arriba le entra el aire y respira mejor y la tos desaparece y para hacerle todas las carantoñas que me apetezca darle sin que los otros dos, no se percaten.
Ahora, Chikita también es parte de todos los que os gustan los animales, en especial, los perros; aunque no creo que ella se dejara tocar sin daros un par de ladridos antes, no es por otra cosa que por miedo, pero que ella no lo sepa.
¡Hasta el próximo capítulo de "Mis Compañeros de Vida", cómplice!
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