sábado, 27 de abril de 2019

"Lo Imposible Sólo Tarda Un Poco Más": La Fuerza De Las Palabras

"La Fuerza De Las Palabras"
Primera Biblioteca Comunitaria


El pasado día 23 de abril, fecha de la festividad del Día Mundial del Libro, recibí en mi WhatsApp un vídeo donde se mostraba cómo un conductor de un coche de basura, se dedicaba a recoger libros y a formar una biblioteca con ellos con la finalidad de fomentar la cultura en su barrio y dar salida a esos libros aún utilizables. 

Me llamó mucho la atención y me dediqué a investigar un poco más, y descubrí que había muchísimo más de lo que se mostraba en ese vídeo y que éste era tan solo un pequeñísima muestra de la labor cultural, social y humana que este gran hombre llevaba haciendo durante tanto tiempo para llegar a conseguir el sueño que tanto perseguía y que a pesar de parecer algo imposible, sólo necesito un poco más de esfuerzo, tesón, ganas y tiempo para llegar a conseguirlo. 

Aquí os dejo la historia del "Difusor de las Palabras", Don José Alberto Gutiérrez.


“Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca”

dice, El Señor de los Libros

José Alberto Gutiérrez estaba muy acostumbrado a ver cajas de cartón en la calle, porque desde hacía tiempo trabajaba de noche, como conductor de un camión de recogida de basuras en la ciudad de Bogotá. 

Junto a los cubos, en las esquinas o al lado de las papeleras, las cajas de cartón formaban parte del paisaje de su vida, pero aquella le pareció especial. Parecía que alguien hubiera puesto mucho cuidado en abandonarla, porque estaba cerrada, apartada de las bolsas, casi alineada con las baldosas de la acera. Por eso, mientras sus compañeros se afanaban en la parte trasera, él se bajó del camión y se acercó a ella. Era una caja de cartón corriente, más bien pequeña, pero, sin duda, algo en su aspecto le había llamado la atención.


Al levantarla en vilo, comprobó que estaba llena, y como pesaba mucho, volvió a dejarla en el suelo antes de abrirla. Entonces, a la luz de una farola, leyó dos nombres. Arriba, en letras mayúsculas, León Tolstói. Debajo, en caracteres más grandes, de florida caligrafía, Ana Karenina.

Aquella caja estaba llena de libros. No le dio tiempo a leer más títulos, porque cuando levantó el primero, sus compañeros le reclamaron. Ya habían terminado y quedaba mucha basura que recoger, así que José Alberto volvió al camión, pero decidió llevarse la caja con él. 

Al volver a casa, antes de acostarse, fue mirando todos aquellos libros, leyendo los títulos y los textos de las solapas, estudiando sus portadas y las fotos de sus autores para colocarlos después en una estantería. Se reservó, eso sí, Ana Karenina, para empezar a leerlo inmediatamente.

Esa novela de Tolstói cambió la vida de José Alberto Gutiérrez. También su trabajo, porque desde que la encontró, salió cada noche a recorrer las calles de Bogotá de otra manera. Estaba seguro de que el propietario de aquella caja se había desprendido de sus libros porque no tenía más remedio, porque necesitaba el espacio que habían ocupado hasta entonces para otros nuevos, porque se había mudado, había tenido un hijo o había heredado una biblioteca con títulos duplicados. De lo contrario, calculó, los habría arrojado en el cubo de su casa o de mala manera sobre un contenedor. Eso significaba que la ciudad estaba llena de cajas que le esperaban, y que su misión era encontrarlas, recibir los libros sin futuro que sus dueños le habían encomendado, y darles cobijo, un nuevo lector, una nueva vida.
José Alberto encontró muchos otros libros en cajas de cartón, más bien pequeñas, posadas con cuidado sobre las baldosas de la acera, a veces solitarias, a veces en grupos de dos o tres, cerca de los portales de edificios en obras, de los camiones de mudanzas, de los solares donde se apilaban muebles rotos o trastos viejos. Y siguió rescatándolos, mirándolos, acariciándolos, atesorándolos en sus estanterías como si fueran nuevos. Hasta que llegó a tener tantos que su riqueza empezó a parecerle un abuso. Si Bogotá le regalaba libros todas las noches, sería justo que él se los devolviera a Bogotá algún día.

"Su casa se convirtió en un lugar para leer, para tomar y devolver libros, para compartir lecturas"


Aunque el nombre de su barrio es La Nueva Gloria, allí nunca había existido ninguna biblioteca pública. José Alberto Gutiérrez miró hacia arriba y después a su mujer, Luz Mery, cuyo taller de costura ocupaba toda la primera planta de la casa. Los libros hacen más falta, le dijo, y cuando la convenció, su casa se convirtió en la primera biblioteca comunitaria de La Nueva Gloria, un lugar para leer, para tomar y devolver libros prestados, para compartir lecturas. La mirada amorosa de Ana Karenina preside desde entonces muchas otras historias de un amor más feliz que el suyo, el amor de muchos adultos, muchos niños del extrarradio bogotano que han descubierto la emoción de la literatura en unas páginas rescatadas de la basura.

Jorge Luis Borges escribió esas palabras, y José Alberto Gutiérrez las tomó prestadas para situar a su amparo un proyecto cada vez más ambicioso. Este "imposible" lleva ya unos veinte años en práctica y los cómplices de esta aventura fueron: su esposa, modista de oficio y restauradora de libros por vocación, y sus tres hijos, convertidos en talleristas y asesores de tareas. Así nació en 2004 esta biblioteca que tiene por nombre:
  La Fuerza de las Palabras 
Y un lema aún más hermoso: 
"Siempre imaginé que el paraíso sería 
algún tipo de biblioteca".
Es decir, un oasis de historias y conocimientos en medio de la indiferencia, la violencia y la inequidad. Este proyecto hoy cuenta con tres sedes en la localidad de Sumapaz, una de ellas manejada por una niña de 12 años, y dos más en la localidad San Cristóbal. Don Alberto, incansable, continúa recibiendo donaciones y sembrando semillas de esperanza. Les pide a los bogotanos no volver a tirar sus libros a la caneca, "pues son el mayor tesoro de una sociedad, por eso no deberían estar en la basura. Siempre habrá alguien que esté dispuesto a recibirlos, a leerlos", enfatiza

La biblioteca ha carecido siempre de ánimo de lucro alguno, únicamente Don Alberto la ha fundado, con la finalidad de servir de ayuda a los niños, a los jóvenes y a todos aquellos que estuvieran interesados en la lectura o en ampliar sus conocimientos. Es más, los libros son prestados y dados si es necesario. 

Ahora, cuando personas de toda Colombia le envían a diario libros nuevos y usados para ampliar unos fondos que cuentan ya con más de diez mil títulos, ha convertido la primera planta de su casa en la sede de una fundación que aspira a sostener las cinco bibliotecas comunitarias que ha ido fundando en distintos barrios marginales de Bogotá, y que no descarta extenderlas a otras ciudades de Colombia. Quien desee seguir la trayectoria de este pequeño y gran milagro, puede consultar su Página Web:
 www.lafuerzadelaspalabras.com.
- También puede seguirlo en la página de Facebook siguiente:
La fuerza de las Palabras
- O bien, en la de YouTube: 

FUERZADELASPALABRAS


José Alberto no tuvo acceso a la educación superior cuando era joven, pero la literatura siempre estuvo presente en su vida gracias a que su madre le inculcó el amor por la lectura. Sin embargo, desde que recogiendo la basura se topó con el ejemplar de la novela de León Tolstoi, "Anna Karenina", su afición tomó ese nuevo cariz y su vida, y la de los habitantes de San Cristóbal de Bogotá, cambiaron.
"Me di cuenta de que la lectura era mi salvación, porque no tuve la oportunidad de estudiar, y supe que los libros iban a hacer mis maestros. Entonces empecé a soñar"...
El proyecto no para de crecer y su mujer, Luz Mery Gutiérrez, es ahora, encargada de cuidar la biblioteca, y quien también acompaña a su marido en la búsqueda de nuevos tesoros escondidos entre la basura, a la vez, que le ayuda a repartirlos en distintas zonas.
"La lectura es el símbolo de la esperanza", dice José Alberto.
Para finalizar me quedo con una de las frases que dice "El Señor de los Libros" y que define toda su obra: 
"Para progresar es necesario ayudar"
Mi enhorabuena Don José Alberto. Meta alcanzada.
Es obvio que él lo ha conseguido, como también nuestro lema: 
"Lo imposible sólo tarda un poco más"
Te dejo con dos vídeos que distan uno del otro 8 años. El primero trataría de los comienzos de este gran reto y el último, de ya una gran parte de éste alcanzado o en marcha.





¡Hasta pronto, cómplice!




* Fuente:

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