sábado, 27 de julio de 2019

"Cuando el Trabajo Mata"

💀"Cuando el Trabajo Mata"💀

Se extienden por Asia los fallecimientos de empleados por extenuación. Un 20% de los japoneses está en riesgo y en China se cobra unas 1.600 vidas cada día

En el imaginario colectivo occidental, morir como un japonés es sinónimo de hacerse el harakiri. Sin embargo, la tercera potencia mundial ya no es aquel archipiélago en el que los samuráis utilizaban una espada corta para sacarse las entrañas y morir con el honor de los guerreros virtuosos. Aunque los suicidios continúan siendo relativamente habituales en vergonzosos escándalos políticos y financieros, en los que sus culpables tratan de limpiar así el nombre de la familia y ahorrarle un proceso judicial bochornoso, en el siglo XXI hay una forma mucho más japonesa de morir: por exceso de trabajo.
El primer caso se identificó en 1969, y desde entonces se ha convertido en un mal tan frecuente que los nipones tienen incluso una palabra para definirlo: karoshi. Y no es únicamente una forma informal de llamar a estos súbitos ataques al corazón, derrames cerebrales o suicidios inducidos por la situación laboral, también se utiliza como causa oficial de muerte. Sus víctimas, por ende, tienen derecho a que la familia reciba una compensación económica de la Seguridad Social, como en cualquier otro accidente laboral. Según estadísticas oficiales, el año pasado se contabilizaron 189 karoshi, aunque muchos especialistas aseguran que la cifra real es mucho mayor, ya que 2.310 familias solicitaron las ayudas relacionadas.
«Es un problema social muy difícil de atajar, porque la tradición dicta que los empleados no deben dejar sus puestos de trabajo antes de que lo haga el jefe. Y éste tiene a gala meter muchas más horas de las que le corresponden para mostrar su dedicación a la empresa. Así que sufrir jornadas de 12 horas es algo habitual, y más ahora que la crisis ha hecho que muchos teman por su trabajo», comenta un ingeniero español empleado en una multinacional tecnológica nipona que prefiere mantenerse en el anonimato. Sus palabras cobran sentido en las ciudades del archipiélago, donde la hora punta del transporte público suele darse más tarde que en el resto del mundo: hasta las diez de la noche ríos de hombres encorbatados y mujeres en faldas de colores sobrios regresan a sus casas en silencio.

Los focos

- Japón
El primer caso de muerte por exceso de trabajo se registró en 1969, cuando un joven de 29 años falleció en el departamento de distribución de uno de los principales periódicos del país. El término karoshi, sin embargo, no se acuñó hasta nueve años más tarde, cuando los casos comenzaron a multiplicarse por el archipiélago. Según la Organización Internacional del Trabajo, la mayoría muere por un ataque al corazón o una hemorragia cerebral que se produce, muchas veces, justo cuando cae la carga de trabajo.
- China: 
El gigantesco desarrollo del sector manufacturero del país fue propiciado por los bajos salarios de los trabajadores chinos. De esta forma, hasta hace pocos años, las largas jornadas de trabajo y las horas extra no pagadas eran habituales. Tanto que Foxconn, un gigante que ensambla productos de Apple y emplea a un millón de personas en China, tuvo que lidiar con una ola de suicidios relacionados con la presión laboral. Se pusieron barrotes en las ventanas y redes debajo de las terrazas.
- Corea del Sur: 
Aunque el problema en la hermana capitalista de la península coreana no es tan grave como en países como Japón y China, allí otra gran corporación tecnológica, Samsung, también ha sido denunciada por los casos de diferentes empleados que se han suicidado o han muerto supuestamente debido a su incapacidad para hacer frente a la gran carga de trabajo. Por si fuese poco, Samsung ha tratado de impedir siempre la sindicación de los trabajadores.

De esta forma, en el primer estudio que investiga el asunto, el Gobierno ha reconocido que un 20% de los trabajadores japoneses están en peligro de sufrir karoshi. El informe, publicado a primeros de octubre, concluyó que los intentos realizados en el archipiélago para lograr un mayor equilibrio entre la vida laboral y la profesional han dado muy pocos resultados. Un 22,7% de las empresas encuestadas entre diciembre del año pasado y enero de 2016 reconocieron que sus empleados trabajan más de 80 horas extra al mes, una cantidad que marca, según el Ejecutivo de Tokio, el listón del riesgo mortal. Además, un 21,3% de los trabajadores del país pasa más de 49 horas semanales en el tajo, un porcentaje muy elevado si se compara con el 10,4% de Francia.
En las últimas décadas también ha cambiado el perfil de la víctima del karoshi. En los noventa, el 95% eran hombres de mediana edad con trabajos de oficina. Ahora, sin embargo, la progresiva irrupción de la mujer en el misógino mercado laboral demuestra que el problema no tiene nada que ver con el género, ya que el 20% de los que mueren por exceso de trabajo son mujeres, un porcentaje equiparable al de su representación en puestos de responsabilidad.
Lógicamente, muchas veces el problema está en determinar si una muerte súbita está relacionada con el trabajo, así que el Gobierno ha decidido establecer un baremo muy concreto: una muerte relacionada con un problema cardiovascular se considera karoshi si el fallecido ha trabajado más de 100 horas extra en el último mes o más de 80 en al menos dos de los últimos seis meses. En el caso de los suicidios, se determina karoshi cuando quien lo perpetra ha trabajado más de 160 horas extra en el último mes o más de 100 en tres meses consecutivos. Desafortunadamente, el número de quienes se quitan la vida por esas razones con menos de 29 años ha aumentado un 45% en los últimos cuatro años.
Para tratar de atajar el problema, las autoridades han aumentado el control sobre las condiciones laborales de las empresas que denominan negras por el evidente maltrato de sus empleados. La semana pasada, la principal agencia de publicidad del país, Dentsu, fue registrada por la Policía tras el suicidio de una empleada de 24 años. Su caso, temen los investigadores, refleja la política de continua explotación laboral de una empresa acusada de forzar horas extras muy por encima del máximo legal. Por si fuese poco, la joven, apellidada Takahashi, podría haber sido obligada a registrar oficialmente únicamente 70 horas extra para no alcanzar el límite y evitar sospechas.
Contagio a Occidente
En cualquier caso, el problema del karoshi ya no es exclusivo del país del Sol Naciente. Con el desarrollo económico de las últimas décadas, también se ha extendido a otros países asiáticos. Sobre todo a China, donde quizá no sorprenda tanto porque hace tiempo que nuestro refranero adoptó trabajar como un chino con esas connotaciones. Pero las estadísticas asustan. En el gigante asiático, el guolaosi se cobra más de 1.600 víctimas mortales al día. Unos 600.000 chinos mueren cada año por extenuación en el trabajo según el Diario de la Juventud. Algunos casos, como la epidemia de suicidios que afectó a Foxconn, el gigante tecnológico taiwanés que ensambla los iPhone, han saltado incluso a la palestra informativa internacional. Por su parte, en Corea del Sur el problema también tiene nombre propio: gwarosa.
«En primer lugar, hay que entender que el concepto de ocio en Asia es diferente al nuestro. Y, sobre todo, que es muy secundario. Las prioridades son la familia y su manutención, la carrera laboral, el dinero y, finalmente, el tiempo libre. Es una jerarquía que se mama desde la niñez y que hace estragos mucho antes de llegar a la edad laboral», explica Trent Bax, profesor de Sociología en la Universidad de Mujeres Ewha de Seúl. «Por ejemplo, la presión que se ejerce sobre los adolescentes para que obtengan buenas calificaciones está detrás de muchos problemas infantiles, entre ellos la soledad, la depresión y el bullying. Todo eso se arrastra hasta la edad adulta, cuando las jerarquías se multiplican y la capacidad de maniobra en la vida privada disminuye hasta el mínimo», apunta el especialista, que ahora investiga la violencia en las aulas surcoreanas.
Aunque el karoshi es todavía un mal eminentemente asiático, Bax avanza que, con la crisis global y el aumento de la precariedad laboral, cada vez se darán más casos en Occidente: «Hay mucha gente que trabaja y que, a pesar de eso, no puede llevar una vida digna. En Estados Unidos, por ejemplo, tener varios empleos a la vez es habitual, y en Europa los autónomos cada vez se explotan más a sí mismo para poder pagar las facturas. En definitiva, mientras en Asia la muerte por exceso de trabajo es más un problema ligado a los valores sociales y a las jerarquías tradicionales, en Occidente puede comenzar a convertirse en un síntoma del aumento de la pobreza y de la degradación del sistema de protección social».
Me he permitido hacerle un guiño a todo lo expuesto anteriormente, con la ayuda de un poema de Nicolás Guillén con música de Sergio Aschero, interpretado por Ana Belén en el disco "La paloma de vuelo popular" (1976).
La canción se titula:
"Me matan si no trabajo"



Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan. Siempre me matan, me matan, ay, siempre me matan. Ayer vi a un hombre mirando, mirando el sol que salía. El hombre estaba muy serio porque el hombre no veía. Ay, los ciegos viven sin ver cuando sale el sol. Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan. Siempre me matan, me matan, ay, siempre me matan. Ayer vi a un niño jugando a que mataba a otro niño. Hay niños que se parecen a los hombres trabajando. Ay, quién le dirá cuando crezcan que los hombres no son niños, que no lo son.





* Fuente:
YouTube


3 comentarios:

Gianpier Diaz dijo...

Bonito blogger

Una Chica del montón dijo...

¡Madre mía del amor hermoso! No tenía ni idea la verdad,muy buen post ^^

Marta Nieves Montero González dijo...

Muchísimas gracias a ambos dos por vuestros comentarios sobre este artículo y sobre mi blog; y especialmente, que dediquen unos minutos de su tiempo a valorar mi trabajo y halagar sus resultados.

Sería muy de mi agrado, volverlos a encontrar en muchas más ocasiones, pues comentarios como los vuestros hace que uno reanime en el proyecto que me planteé algunos años atrás y que aún perdura con la misma ilusión.


Así pues, muchas gracias a Gianpier Diaz y muchas gracias a Una Chica del montón

¡Hasta pronto, cómplices!

¡Feliz verano!

Marta Montero

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