"Revuelo de emociones"
Buscaba unas tarjetas postales que me habían mandado unos amigos hacía muchos años entre todo ese acúmulo de cajas.
¡Las recordaba con verdadera añoranza! Y me había empeñado en realizar una colección de ellas pero, esta vez de una forma seria y bien organizada.
Había establecido varias secciones: naturaleza, personas, monumentos, paisajes de interés, cómicas y "otras" que no tenía aún muy claro como encajarlas en la colección.
¡Cuántos recuerdos! ¡Cuántas emociones! ¡Cuántos sentimientos encontrados! ¡Lo que pueden llegar a guardar unas simples fotografías en su dorso! Bueno, disculpa pero me he dejado llevar por la emoción y me he puesto algo romanticona e incluso algo cursi, ¿no crees? Te hablaba de la organización de la colección.
El viernes pasado vi en la pared de mi quiromasajista (¡ay a ver si te lo sé explicar para que lo entiendas!) una especie de cuadros colgados en la pared (evidentemente) pero, uno debajo del otro y se comunicaban mediante una fina cadena que los hacía estar enganchados unos con los otros. Por supuesto, no me refiero a cuadros grandes, si no a una especie de portaretratos de metacrilato.
Esto me dio la idea de crear una colección de postales con el mismo formato y colocarlos en mi estudio y así, poder contemplar una y otra vez, y cuántas veces quisiera esos maravillosos recuerdos. Se convertirían en un espacio lleno de color y frescura, que hacía tiempo necesitaba este rinconcito de mi casa.
Bueno,... que me voy por los Cerros de Úbeda y no termino de contarte lo que me ocurrió ese día.
Mirando entre las cajas, encontré cosas que jamás podrías imaginarte. Te cuento:
- En la caja de las margaritas (la llamo así porque su decoración estaba basada en ellas) hallé unos viejos cuadernos de caligrafía en los que se podían leer con una esmerada precisión (siempre se me dio bien la escritura ;)) una serie de locuciones como estas:
- El hombre que ha cometido un error y no lo corrige, comete otro error mayor. Confucio. Pensador chino.
- Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla. Confucio. Pensador chino.
- No he visto todavía a nadie que ame tanto la virtud como se ama la belleza física. Confucio. Pensador chino.
- Perdónale todo a quien nada se perdona a sí mismo. Confucio. Pensador chino.
La primera sensación que me produjo fue una enorme carcajada y a la vez, una cierto impacto que me hizo hasta ponerme colorada.
Recordé que cuando había escrito esos dichos, tenía apenas cinco añitos y no sabía, ni tenía idea qué querían decir y por supuesto, y éste fue el origen de mi carcajada, me acordé que yo siempre había pensado que "Confucio" y "Pensador chino", formaba parte del todo y claro está no me percataba, ni nadie que yo sepa lo hizo, que "Confucio" era quién era y lo de "Pensador chino" se refería a su dedicación y nacionalidad.
Había además, algunos Boletines con mis Calificaciones (por cierto, muy buenas todas. ¡A esa edad, todan eran buenas! ¿O no?), libros de lectura, las famosas cartillas de toda la vida, papeles y más papeles. Me aburrí y me fui a por otra caja.
- En la caja de los coches, estaba repleta de ovillos de lana de diferentes colores, agujas de ganchillo y de coser, alfileres, cinta métrica,... Elementos de costura variados y demasiados apretados.
Entre ellos, hubo algo que me llamó poderosamente la atención. Brillaba mucho, era algo pequeño pero aunque me llevé algunos picotazos de unas alfileres que estaban sueltas, conseguí coger ese objeto. Era como una especie de alfiler de corbata, ésas que usaban antes los que osaban llamarse "caballeros", en sus corbatas.
Indudablemente, mío no era y de mi padre y esposo tampoco, así que debería haber sido de uno de mis abuelos. El brillo procedía de un pequeño, pero precioso topacio que formaba parte de la empuñadura de una especie de espada, que simbolizaba el alfiler. En el reverso llevaba inscrita una única palabra: "Valor".
Me quedé sorprendida y me sentí frustrada porque desgraciadamente, no tenía ya a nadie a quién preguntar por ello, y como siempre me han entusiasmado los enigmas, las adivinanzas y todo ese mundo de incógnitas, me propuse buscar como fuera, el significado de ello.
- La tercera caja, la de rayas de colores, apenas pesaba. Al agitarla en el aire, sonaban cosas metálicas y de madera. La abrí y en su interior, encontré un portaretratos de madera bastante deteriorado por cierto, una cajita plateada, dos o tres piezas de ajedrez, el tablero, otra caja de madera más grande donde estaban el resto de figuras del ajedrez y algunas cartas de una baraja española diseminadas por el fondo.
La baraja estaba completa, el ajedrez también, sólo me quedaba por mirar el viejo portaretrato y la cajita plateada.
En el primero, no tenía foto alguna, cosa que me pareció estúpida, quiero decir, el guardar un portaretrato sin foto en él; y en la segunda, al fijarme mejor, me di cuenta que era de plata, que tenía labradas unas especie de filigranas en toda ella. En su base había escrito la siguiente inscripción:
"El valor de un hombre no reside en su espada, sino en saber comunicar su Pensamiento de manera que perdure y siga siendo provechoso en el tiempo para sus semejantes".
Dentro de la cajita había una fotografía recortada de algún libro y doblada en cuatro partes. Al abrirla, tuve que tener especial cuidado para que no se rompiese y al abrirla del todo, descubrí a un señor, oriental, sentado y con semblante agradable y sincero, y en la parte inferior estaba escrito:
Confucio. Pensador chino.
¿Crees en la casualidad cómplice o piensas que es fruto de la causalidad?
Recogí todo, me guardé lo que había descubierto y decidí que ya haría lo de la colección de postales otro día.
Marta Montero
¡Hasta pronto, cómplice!
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