"Demasiado Corazón"
Tengo un delicado y a la vez, complicado dilema entre mi
corazón y mi cerebro. Busco afanosamente, el equilibrio entre ambos dos, pero
muy a menudo, siento que entre uno y el otro, me avasallan y me anulan como
persona totalmente.
La mayor parte del tiempo “esta
confrontación” viene determinada por el dominio de uno sobre el otro. Cada uno
muestra sus capacidades y sus argumentos, que no siempre poseen validez, tan
sólo son meros juicios que pretenden demostrar que uno posee mayor potencial y
razón más que el otro. En cualquier caso, este tipo de examen concluye,
haciéndome tener un conocimiento de mí misma y también de una serie de
conclusiones que siempre me aportan positivamente algo más en mi vida.
Sin embargo, quiero detenerme y analizar
el papel de cada uno de los protagonistas.
Mi corazón es rebelde,
independiente, espontáneo y con tan tremenda fortaleza que en muchas ocasiones,
se adelanta y afianza cada vez más, sus
premisas por encima del “Jefe”, es decir, el cerebro. Sin duda alguna, todos
sabemos que en la mayoría de las situaciones que nos pone a prueba la Vida, el
corazón delega la toma de decisiones al cerebro, pero eso sí, no sin antes
luchar trabajosamente contra él..
El corazón y lo que lo mueve, es
de todos conocidos, que se utiliza para comercializar sus cualidades y sus
propiedades. De ahí, que surjan los poetas, los románticos, las fechas
señaladas para su presunta celebración, su utilización comercial en vasos,
sábanas, llaveros, camisetas, chaquetas, …. Y todo aquello que puedas imaginar,
porque siempre ha sido más sencillo ofrecer “algo bonito” que apreciar la
verdad, aunque no sea de nuestro agrado.
El corazón es egoísta. Solo se
escucha a sí mismo. El corazón no para de hablarte de ti y de lo mucho que
quiere a los demás, pero en el fondo, todo es para continuar alimentándose de
nuestras emociones y de nuestros pensamientos, dejando todo lo demás al margen.
Todo esto nos lleva a concluir que
el corazón, no está muy bien
equilibrado psicológicamente. Tal vez, debería ir a terapia de forma más
frecuente de lo que cree, pero él es la estrella
principal de la película de la Vida, se exprese afirmativa o negativamente;
o bien, se muestre mucho más activo en nosotros y confunda “la verdad” con “su verdad”. Posee una gran cantidad de
seguidores que lo defienden como único elemento capaz de tomar una decisión.
Cosas como: “déjate llevar por tu corazón”, “el corazón nunca se equivoca”, “el
corazón siempre te hará más feliz”, “hazle caso a tu corazón”,…
Por otro lado, el cerebro es
insaciable: siempre quiere más. Es capaz de no fatigarse ni un solo momento y
continuar con su traqueteo, una y otra vez, incluso cuando estamos dormidos,
nos hace mantener en vigilia muchas noches, nos puede llegar a quitar el
apetito, nos merma nuestras ilusiones, nuestros deseos, nuestros amores,
nuestras inquietudes,… Y además, se encarga de sacar de todos los entuertos en
los que se mete el corazón.
Nuestro cerebro es tremendamente
realista, parece un sabueso escudriñando para encontrar cualquier tipo de
explicación que de sentido a lo que le intriga; pero, también es algo rígido,
estático,…; es decir, que le falta la flexibilidad necesaria para pasar por
aquellos errores que podamos cometer. De ahí que no sea el más “popular de la
fiesta” porque todo lo que dictamina siempre es lo que menos gusta a todos, es
decir, los errores. Así pues, se encabrita y se encasilla en una idea, que a
modo de tiovivo va girando, girando, girando,… hasta encontrar la respuesta que
le resulta más propicia. Esto puede durar horas, días, semanas e incluso
algunas de estas cuestiones se quedan como enquistadas en nuestro cerebro y
cuando éste está intranquilo porque no encuentra su estabilidad, nos hace
rememorar esos “quistes” que permanecen ahí, escondidos en lo más recóndito de
nuestro cerebro y que cuando lo desequilibramos con nuestro corazón, se forma
la “marimorena cerebral” y nos machaca con esos pensamientos, la mayoría de las
veces negativos. Pero también el cerebro
es el Jefe de toda esta movida y como tal, manda, nos guste o no nos guste
su decisión.
El cerebro piensa (tal vez,
demasiado en muchas ocasiones), reflexiona, realiza feed-back continuos de
recuerdos de nuestro pasado que nos pone el corazón contento o triste, nos
quiebra el corazón o lo eleva hasta las alturas,… Es todo esto, lo que es capaz
de hacer sentir al corazón, el cerebro. Pero también, nos sorprende enviándonos
pensamientos positivos, aumentando nuestra autoestima con ellos y cuando nos
miramos al espejo, también en ocasiones, se queda en pausa y podemos descansar
del uno y del otro, es decir, del cerebro y del corazón.
El mantener la esperanza, el
equilibrio y la agradable armonía entre ambos dos, ha de contribuir a nuestro óptimo
Desarrollo Personal y a vivir
conforme a esta consonancia, felices.
Claro está, que como “todo el que algo
quiere algo, algo le cuesta”, en este caso, no sería menos. Así pues, esta
ardua tarea precisa de constancia, de una reiteración firme y disciplinada, de
una actitud positiva, esperanzadora y en total confianza con nosotros mismos o
bien, con aquel o aquella terapeuta que en determinadas ocasiones, tengamos que recurrir para ayudarnos en esta
gran labor personal.
Y para finalizar, me pongo como
ejemplo, distinguiéndose en mi persona una importante inclinación hacia el
protagonismo del corazón sobre la razón o el cerebro. Siento que tengo
“demasiado corazón” y esto no quiere
decir que por el contrario, tenga poco cerebro (tampoco es eso); sino que su
carácter libre, impetuoso, placentero, independiente,… hace que mi carácter sea
ciertamente débil, en ese sentido. Sin embargo, el protagonismo del corazón, me
conmueve, me hace sentirme feliz cuando puedo ayudar con él a otras personas,
me induce a mantener mis ilusiones y mis pensamientos puros, transparentes,… a
darme a la vida tal como realmente soy, aunque para ello, tenga que pasar por
muchos malos momentos cuando todo lo que me mueve el corazón, no se ajusta a la
razón, a la realidad que siento y a los errores que puedo llegar a cometer, de
forma reiterada.
Debería hacerle más caso a la
razón y con ello, evitaría todo estos contratiempos, vicisitudes y sucesos que la vida
se encarga ponerme delante más a menudo de lo que yo quisiera; o bien, que el
cerebro, como Jefe, se impusiera en más de una de esas ocasiones y me ayudara a
racionalizar todo y ser más objetiva, y por tanto, menos apenada.
En fin, supongo que podré conseguir el equilibrio como lo he llegado a
obtener en muchísimas ocasiones, pero también, es bien cierto, que quisiera
mantener “ese toque de trastorno transitorio” al que me lleva el corazón porque
me reconforta y me llena de felicidad. Creo que podré sostener por ahora, mi demasiado corazón para seguir con mi vida,
porque sé que, gracias a él y a mi sentido del humor, me hace ser una persona
única, sensible, irrepetible, peculiar y especial, sin menoscabar por supuesto,
al resto de mis semejantes por ello.
¡Hasta pronto, cómplices!
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