"Mi Héroe"
La semana pasada leí un fantástico artículo de un colega bloguero que se da a conocer por MrSambo92, titulado,"CHRISTOPHER LEE, la terrorífica elegancia". Con esta denominación, ya te habrás podido imaginar de qué trataba el escrito en cuestión.
A mi me fascinó su titular y me arrojé fascinada a lectura de este magistral relato de la persona y la obra del gran actor del terror (que el 7 de junio próximo, hará cuatro años de su fallecimiento), el Señor Don Christopher Lee.
Aunque ya dejé por escrito mis felicitaciones por este maravilloso post, ahora en este blog lo reitero y te dejo aquí el enlace, por si te apetece leerlo o simplemente, curiosear su blog:
Sin embargo, yo no voy hacer otro post sobre Drácula o sobre Christopher Lee explícitamente, sino de "Mi Héroe" y de las circunstancias que tuvieron lugar para que yo lo condecorara con dicho galardón, aunque ya para mi lo fuese anteriormente, pero que en esta ocasión que voy a contarte cómplice, realmente se convirtió totalmente en, Mi Gran Héroe.
Cuando comencé a leer el artículo sobre Christopher Lee y sólo ver esas fotografías, con esos
ojos sangrantes y esos colmillos enormes, me hicieron recordar el pánico tan
atroz e irracional que me provocaron la primera vez que vi en el cine, al señor
Lee y que a su vez, me convirtió paradójicamente, en una gran admiradora de las películas de
terror, muchos años más tarde, hasta hoy en día.
Toda la familia, los abuelos, los tíos y los primos, íbamos a veranear o a pasar las fiestas, a un pueblo pequeño por entonces, muy acogedor, que estaba comenzando a descubrir al fenómeno "hippie" conocido como los nuevos movimientos contraculturales surgidos en los años 60 en Estados Unidos y que acababan de llegar a mis islas y en concreto, a este precioso pueblo, procedente de las corrientes europeas anglosajonas y germanas principalmente.
El pueblo se llenó de casas rústicas llenas de colores y con signos que desconocíamos y con gente que siempre estaba alegre, que cantaba, reía, que hacía nudismo para espanto de las beatas y fascinación para los pueblerinos que apenas habían visto a pocas mujeres en bañador por esa época. En este ambiente rural se desarrolla la historia que voy a contarte.
En el pueblo, había un cine, un muy viejo cine con una sola fila de butacas que únicamente podías entrar por los lados de ésta. Los asientos eran totalmente de madera, de una madera oscura como de caoba que chirriaba cada vez que alguien se movía en alguna de ellos. Esta distribución provocaba que la pantalla pareciera aún mayor por lo pequeña y estrecha que era la sala.
No solían poner muchas películas, pero por las fiestas del pueblo y por motivos puntuales, se proyectaban películas nunca de estreno, sino bastante conocidas por su estreno en el tiempo. En esta ocasión, ponían "Drácula".
Entre mis primos se armó un tremendo alboroto. Todos querían ir a ver la película y por supuesto, yo no quise ser menos. Mis primos eran mayores que yo. Por mi edad, ocho años, estaba considerada como la pequeña de los primos grandes y la grande de los primos pequeños, es decir, que estaba en medio.
Mis primos iban a ir esa tarde al cine y yo me empeñé en ir, a pesar que mi madre intentó convencerme para que no fuera y que mi padre me cuestionara en varias ocasiones, si estaba segura en querer ir, a lo que yo contestaba con total rotundidad que ¡sí! Yo no quería ser menos que mis primos y si a ellos le dejaban sus padres, ¿por qué yo no iba a poder ir? A mi me dejaban ir con ellos a pasear por el pueblo ¿no? Pues entonces, era lo mismo. Yo iba a ir con ellos...
Es muy probable que fuera esta la película que se anunciaba en el cine del pueblo
Me
dispuse a ir al cine con mis primos. Las butacas de madera con el ruido que hacían al moverte, le servían de ayuda al Drácula para
aterrorizarnos aún más de lo que se proyectaba en la pantalla. Recuerdo, que no
fui capaz de decir nada, pero cuando vi al señor Lee en pantalla con esos
colmillos y con esos ojos llenos de sangre, me empecé a sentir cada vez más y
más pequeñita.
La butaca se me hizo enorme y me iba enterrando en ella
muerta de pavor.
Pude
sentir como alguien, un hombre, se sentaba a mi lado, mientras yo era engullida
por la butaca y mis manitas no conseguían tapar esa enorme cara terrorífica que
se iba acercando más y más a mi.
Entonces,
el hombre que se había sentado a mi lado, colocó su brazo sobre mi butaca, se acercó a mi y me preguntó:
- "¿Nos
vamos?"
Sentí
como si los ángeles me hubiesen prestados sus alas y un superhéroe me rescatara
por milagro de ese horror que estaba sintiendo. Me levanté tan rápido como pude
y me abracé a su cuello. Él me
cogió entre sus brazos y yo con mi carita enterrada en su pecho, salí de ese
cine para no volver jamás, satisfecha de tener Mi Propio Héroe:
Mi
padre había estado esperando desde que comenzó la película cerca de mi, hasta que vio que era suficiente y que a mi me
pareció una eternidad.
Hoy doy Mil Gracias por haber tenido un Super Papá, Mi Héroe.
¡Hasta pronto, cómplice!
2 comentarios:
¡Oleee! Que bueno,me ha parecido una historia fantástica,que buen ejemplo dio ese papa,otros padres no hubieran hecho ni en broma :)
Estoy de acuerdo contigo. Lo echo mucho de menos. A pesar de ser un padre con un temperamento bastante fuerte, lo compensaba con detalles tan maravillosos como este y muchos más que lo convertían en el héroe que fue en mi niñez y en el que siguió siendo hasta el mismo día de su fallecimiento.
Un abrazo por tus palabras tan cariñosas,
Marta Montero
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