"En este barrio pobre de Nairobi, unas Jóvenes Bailarinas sueñan a lo Grande"
Pamela Adhiambo, de 16 años, entrena en el patio trasero de su casa en Kibera, un extenso barrio pobre en Nairobi, Kenia. Lleva seis años asistiendo a clases de ballet en Kibera y ahora, auspiciada por la ONG Artists for Africa, podrá formarse en un estudio profesional en otra zona de la ciudad.
FOTO POR FREDRIK LERNERYD
Las clases de ballet ofrecen a las jóvenes la oportunidad de experimentar un lado diferente de la vida
Los miércoles por la tarde, cuando suena el timbre final, un aula de paredes de cemento en Kibera, una barriada empobrecida de Nairobi, se transforma en un estudio de ballet. Se retiran los pupitres y las sillas de la sala. Se barren el polvo y la suciedad del suelo. Un grupo de unas 20 niñas que llevan ropa de ballet de color azul, rosa y violeta esperan a que llegue Mike Wamaya, su instructor de ballet, con su radio y su personalidad bondadosa. A continuación, cuando suena la música clásica, las niñas empiezan a bailar.
Valery Auma, Teresa Atiano, Lavenda Orisa y Emily Adhiambo se preparan para el comienzo de la clase.
FOTOGRAFÍA DE FREDRIK LERNERYD
Durante los últimos 18 meses, el fotógrafo sueco Fredrik Lerneryd, que vive en Nairobi, se ha unido a Wamaya y a las niñas en dos docenas de clases de ballet.
Wendy Ochieng practica una pirueta mientras el resto de estudiantes esperan su turno.
FOTOGRAFÍA DE FREDRIK LERNERYD
Al principio, las niñas eran tímidas, según cuenta Lerneryd, de 31 años, pero «finalmente se acostumbraron a que estuviera con ellas y sacara fotos».
Los estudiantes de la Spurgeon's Academy se quedan después del colegio para observar a sus compañeras practicar ballet.
FOTOGRAFÍA DE FREDRIK LERNERYD
A Lerneryd le atrajo la historia por el contraste que ofrece. «Para empezar, el ballet está considerado, al menos para mí, como un tipo de danza de clase alta. No me esperaba encontrarlo en un asentamiento como Kibera». Visualmente, los leotardos, las medias y los tutús dan toques de color al aula oscura. Y Lerneryd insiste en que «se trata de una historia sobre sueños, esperanzas, lograr algo más grande que la vida normal» que tendrían en Kibera.
Mike Wamaya, exbailarín profesional, es quien enseña la clase.
FOTOGRAFÍA DE FREDRIK LERNERYD
Las jóvenes a las que Lerneryd fotografía reciben el apoyo de One Fine Day y Anno's Africa, organizaciones sin ánimo de lucro dedicadas a las artes infantiles. Lerneryd también contribuye cuando puede. Sus compañeros de piso y él invitaron a las niñas a comer y les dieron masa de pizza e ingredientes suficientes para que cada invitada se hiciera su propia pizza. En otra ocasión, Lerneryd invitó a una bailarina llamada Wendy y a su familia a helado. «Siento que es natural proporcionar algo», afirma. «Nuestras situaciones son muy diferentes», añade Lerneryd, refiriéndose a la disparidad en el acceso a los recursos entre él mismo y los habitantes de Kibera.
Cynthia Anyango
FOTO POR FREDRIK LERNERYD
Mercy Adhiambo
FOTO POR FREDRIK LERNERYD
Pamela Adhiambo, estudiante de 16 años, vio el ballet en televisión cuando era niña. Se le quedó grabado hasta que, años después, Anno's Africa llegó a la Spurgeon's Academy, se probó un par de puntas y se enamoró. Su plan es convertirse en bailarina profesional, y va bien encaminada. Gracias a la financiación de Artists for Africa, una organización que colabora con Anno's Africa, Pamela vive en un internado en Nairobi donde entrena cinco días a la semana en el Dance Centre Kenia, un estudio de danza profesional.
«A través de la danza, Pamela ha conseguido cambiar drásticamente su vida», afirma Lerneryd con admiración. Y ella es una inspiración para las demás. Durante sus descansos, Pamela regresa a Kibera y practica en su patio trasero. Una niña bajo la tutela de Mike va a observarla. «Ella quiere seguir el camino que ha seguido Pamela», afirma Lerneryd.
Pamela Adhiambo baila en una representación del Cascanueces organizada por el Dance Centre Kenya en el Teatro Nacional de Kenia. Otras cuatro bailarinas de Kibera formaron parte del reparto.
FOTO POR FREDRIK LERNERYD
En el tiempo que ha pasado Lerneryd con las bailarinas, ha observado cómo aumentaba su confianza a medida que aprendían a expresarse a través de la danza. Una de sus imágenes muestra seis pares de pies descalzos que se elevan sobre el suelo mientras las niñas saltan en el aire durante su clase, una metáfora visual del camino que pretenden seguir para salir del universo limitado de Kibera.
«Los sueños de los niños que crecen allí son iguales a los de los niños de otras partes del mundo».
¡Hasta pronto, cómplice!
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