"Venganza y Resentimiento vs. Perdón"
Todos vivimos a diario situaciones en las que somos causantes o víctimas de una ofensa. Suelen ser tan menudas que procuramos olvidarlas para no alterar nuestro equilibrio emocional. Al fin y al cabo, confiamos en que no se repitan, o suponemos que no hubo mala intención o, sencillamente, que no afectarán a la estabilidad psíquica. Ahora bien, cuando el daño supera nuestro nivel de tolerancia, el sufrimiento se hace más intenso; y si se prolonga en el tiempo, pone a prueba nuestra resistencia mental y física. Entonces, devolver el daño sufrido, con la esperanza de recuperar el equilibrio, se nos presenta como algo instintivo. Pero la venganza sólo convierte en agresor a la víctima, y no asegura la paz interior.
Se dice que el tiempo lo cura todo, pero no es verdad. El paso de los días ayuda a olvidar una ofensa, pero sanar la herida, y prevenir con ello positivamente sus consecuencias sobre la salud mental y física, sólo lo hace el perdón.
Cuando alguien nos ofende, al dolor le suelen acompañar la ira y el odio hacia el culpable. Ese odio, la ira y el dolor no perdonado nos empujan al deseo de venganza. Y mientras perduran, nos mantienen atrapados en la ofensa, reviviendo el daño en un círculo vicioso que abre la puerta al resentimiento, ese veneno que, dice un experto, uno se toma para hacer daño al otro.
La relación entre lo psíquico y lo somático es estrecha, como lo demuestra el componente biológico de las emociones, como el afán de venganza y el resentimiento. Ambas son emociones auténticamente tóxicas que nos desgastan con una fuerza extraordinaria que las expande a todos los rincones del fondo vital. No nos dejan vivir en paz, y nos mantienen en un constante estado de alerta.
De hecho, algunos estudios demuestran que las personas con mayor actitud y capacidad para perdonar necesitan menos recursos de salud, consumen menos fármacos, poseen un umbral del dolor superior y, en última instancia, una mayor longevidad.
El resentimiento refuerza más el Ego
La salud mental también puede resentirse. Estas vivencias pueden desencadenar o perpetuar síntomas o trastornos de ansiedad, depresión, insomnio y conductas adictivas, como se desprende de algunos estudios.
Pero el perdón puede también llegar a sanar cuando renunciamos al deseo de venganza, al resentimiento y al juicio negativo sobre el que nos ha dañado, separándole de la ofensa. Tal decisión nos transforma de víctima pasiva en una persona activa, que busca un acercamiento empático y compasivo al ofensor. Una vez dignificado éste, se abre la puerta a un abrazo que sellaría el perdón.
Ahora bien, el perdón genuino es cosa de dos, “es más para compartir que para conceder” (J. Burg- graf), porque se benefician de un perdón que les transforma, les permite mirar otra vez hacia delante, dignificar al ofensor, descargar la memoria, sustituir el odio y el resentimiento por compasión y benevolencia, y restablecer e incluso fortalecer la relación previa.
Guardar rencor causa más dolor y malestar físico a quien lo sufre que a la persona que lo lastimó, y a la vez, une más a estas personas de lo que el agredido quisiera.
Por ello, el hecho de perdonar plantea beneficios como:
1. Niveles de estrés más bajos, al reducir las cantidades de cortisol y, por tanto, la ansiedad.
2. Sistema inmune más fuerte contra las infecciones.
3. Sistema cardiovascular más sano, a partir de ritmos cardiacos y presión arterial más bajos.
4. Descenso del dolor, tanto emocional como físico, reflejado en menor intensidad de malestares crónicos.
5. Restauración de patrones de sueño, gracias a la producción de serotonina.
6. Reducción de las probabilidades de padecer cáncer.
7. Mayor esperanza de vida.
Quien perdona se libera de un vínculo de apego negativo con aquella experiencia traumática, dando fin a un ciclo de dolor personal y abriendo la posibilidad a ser perdonado en otra ocasión.
Como dijo Buda:
“Aferrarse a la ira es como tomar un carbón ardiente con la intención de arrojárselo a alguien; es uno quien se quema”.
* Fuente:http://www.lavanguardia.com/opinion/temas-de-debate/20140420/54405975533/el-poder-curativo-del-perdon.html
¡Hasta pronto, cómplice!
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